Souvenirs para el reino de las sombras

Lorena Gutiérrez CamejoLorena Gutiérrez Camejo

Héctor Antón

Lorena Gutiérrez CamejoLorena Gutiérrez Camejo (La Habana, 1987) creció en un ámbito familiar que ignoró los antagonismos cíclicos entre desahogo material y hegemonía política. Mucho menos padeció los estragos del “Periodo especial en tiempo de paz”. Sin embargo, nacer en esta Isla no es una fiesta innombrable para nadie, como pretendió hacernos creer un Gran Sublimador de esa polémica y estereotipada noción de lo cubano, sino una tentación a sumergirnos (tarde o temprano) en el laberinto del oscuro esplendor.

Lorena Gutiérrez CamejoQuizás por ello las relaciones de poder asoman en su trayectoria sin ostentaciones comprometidas. Claro, sin obviar la levedad gestual y descartando su falsa pesadez. Así escoge un día precioso solo para gritar, ensaya desplazarse con un andador interpretando el abandono del claustro doméstico o diseña un ambiente forrado con vinil holográfico donde el sujeto adicto a las capas suaves termina neutralizado por su impotencia.

Si hay artistas políticos que reniegan de esta condición ahogados en un mar de prejuicios, Lorena asume su vocación fashion con todas las de la ley. Ello le permite recrear la apariencia desnuda de confusas esencias: emplaza trampas activadas como un campo minado en un museo (Soliloquio del zorro, 2013)  o explora los vínculos entre monarquías escandinavas y cetros periféricos disfuncionales (Consensv popvli regnvm svbsistit, 2014).

Como hija única agraciada y orgullosa, la Gutiérrez Camejo llegó a pensar que se lo merecía todo, pero la vida le demostró que debía luchar muy duro para ganar o merecer algo. Un día visitó por primera vez una prisión física y allí descubrió sofismas que rebasaban las palabras y las cosas habituales. Desde entonces, aquellas lecturas foucaltianas realizadas cuando estudiaba en el Instituto Superior de Arte, se antojaban pasatiempos librescos de muchachos que desconocían el infierno de la sobrevivencia.

En la cárcel de tu piel (SECCIÓN PRIMERA)

Lorena Gutiérrez CamejoLorena Gutiérrez aprovechó el filón contextual que le brindabaexponer en el Parque Histórico Militar Morro Cabaña durante la Oncena Bienal de La Habana (2012). Condenado transformó el Pabellón G-2 en una envoltura radiante, interactiva y frágil, donde los visitantes tenían que quitarse los zapatos para entrar. En una sombría bóveda forrada con vinil holográfico, únicamente pendía del techo una jaula de neón. Para quienes se entregaban al vacío del hechizo, lo demás era silencio. Solo quedaba abstenerse o vagar en el limbo de la trivialidad insinuada como aislamiento voluntario para matar el tiempo. Aunque la aparente banalidad de la pieza engloba un repertorio de barrotes invisibles que paralizan al hombre como actor social, atrapado en veleidades postuladas como genuinas convicciones: el resentimiento inútil, la impostada rebeldía como remedo a la orfandad productiva, el vedetismo estéril o la obligación de aprender a ser demagogo.

Condenado defiende el suspiro de una postura rutilante, verdugo de prejuicios donde lo falso y lo heavy son viejos enemigos fundiéndose en un estrecho abrazo. Tan elevada cuota de resplandor formal generó un matiz paradójico: a veces sin aspirar a sugerir algo comprometedor, acabamos por exteriorizar cuanto nos rodea y mortifica sin tapujos.   

Tampoco es fortuito que un incendio no dejara rastros del envoltorio. Quizás un repentino  “fallo eléctrico” le otorgó al “condenado ficticio” el privilegio de ser incinerado como último deseo mediático. Tal vez el furor de la envidia haya sido el culpable de su precio en cenizas. Una experiencia semejante serviría para articular una operatoria en la cual accidente, desaparición, fetidez y memoria íntima (o amnesia colectiva) pudieran inyectarle al enmascaramiento blando una sazón cínica en su matriz vivencial.

Lorena Gutiérrez CamejoLa justicia en el tocador (SECCIÓN SEGUNDA)

Convertir un vicio delictivo en producto virtualmente rentable generó la idea de transformar la Galería Servando Cabrera Moreno en una boutique o, mejor dicho, en su parodia. Este pequeño espacio localizado en la barriada habanera de Miramar es parte de lo que fuera un mall por departamentos en la década del cincuenta. Por lo cual, el antiguo Ten-cent de La Copa sirvió de escenario para que Lorena Gutiérrez concretara una de las exposiciones colaterales vistas durante la 12 Bienal de La Habana (mayo-junio 2015).

Según la historiografía autorizada, Norval Morris fue el primer sociólogo en focalizar sus estudios en cuanto a relacionar posición social, inteligencia y técnica para delinquir. A este grupo lo etiquetó “criminales del mundo superior”. Mientras que Thorstein Veblen desarrolló “la teoría de la clase ociosa”, al vincular el prototipo capitalista del hombre adinerado con el delincuente modelo del futuro inmediato.

En esta revisión de los clichés jurídicos del lower class, impulsada por la Escuela Sociológica de Chicago, surgió el término Delito de Cuello Blanco. Este fue acuñado por el influyente criminólogo Edwin H. Sutherland, quien dio a conocer su monografía White Collar Crime en 1949. Ese mismo año, George Orwell publicó su testimonio de anticipación 1984. Sí: otra coincidencia bibliográfica sin nexos explícitos a primera vista.

Lorena Gutiérrez CamejoUpperworld (2015) configuró un environment como site specific, donde se equiparó el entramado de “cargos sin nombre” al nivel de una campaña publicitaria lanzada entre cuatro paredes de un recinto mínimo. Deesta manera, lo realmente oscuro se tornó divertido para quienes aceptaron ponerse un cuello blanco y posar ante una cámara fotográfica.En una velada distendida, el perverso emblema se revirtió en nuevo accesorio de moda, asequible para los desprejuiciados e interactivos espectadores del opening.

Lorena Gutiérrez CamejoTodo en nombre de un performance fashion en que gozar una temporada de doble moral significa una mera cuestión sanitaria. “Se trata, no lo olvides, de una ciudad en la que todo el mundo quiere ser engañado” –replicaría el Pedagogo de la Electra Garrigó de Virgilio Piñera como testigo oculto en el iceberg del show.  “Todo está bien porque todo está mal” –agregaría el filósofo Theodor W. Adorno, recordando al malogrado Walter Benjamin.

El Gran Absurdo de una justicia disfrazada con el gusto del paripé artístico lo representaban unos maniquíes como trofeos de esa “cifra negra” debida al vicio de usar sacos rosados en materia de fraudes o malversaciones de gama alta. Uno de estos figurines detenidos en el espacio podría ser el “leviatán invisible”, quien permaneció de incógnito seguro y feliz ante la imposibilidad de que alguien pudiera señalarlo con el dedo.

(Delito de guante blanco: Expresión referente a violaciones que suelen llevarse a cabo sin mancharse las manos. Digamos, sin previa intimidación, uso de la fuerza o armas de fuego).
Vandalismo de satín o contraseñas inscritas en un dobladillo.

Colmillos de jabalí. Louis Vuitton. Estado de derecho. Jean-Baptiste Grenouille. Cohecho. Vogue. Ley de Procedimiento Penal. El Martirio de Santa Julita. Noble & Webster. Zonas de Opacidad Ofensiva. ¿Por qué se suicidan en masa las ballenas o un eslabón humano que firma un papel rutinariamente crucial no alcanza percibir la luz al final del túnel?

Nada es tan reconfortante para un sujeto con manía de grandeza que forjarse la ilusión de ser un intocable. Sustentar una pasión cool con su dosis de glamour ambivalente para esbozar una matrioska publicitaria fue la intención de Lorena al combinar arte, justicia y poder. Upperworld devino una “situación construida” con ínfulas de panoptismo light, acción plástica destinada a estetizar pliegues disciplinarios dorados por la píldora de una marginalidad vulgar, inepta para soportar el peso de la culpa.

Lorena Gutiérrez Camejo

Veredicto (cuasi) FINAL

No es casual que la jaula de neón protagónica en Condenado mutara en logotipo promocional de Upperword. De una bienal a otra bienal. De un environment a otro environment. De una piel que habita a otra que renuncia. La voluntad tautológica del residuo histórico es la diva (siempre única y nunca la mejor) de esta pasarela discursiva. El work in progress de Lorena Gutiérrez apenas comienza. Dejémosle al tiempo la última palabra de un recorrido expuesto a las eventualidades del arte y la vida.
Fotografías: cortesía de la artista.

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Fecha de publicación: 04.febrero.2016