ABCDF: Ciudad de la memoria

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Gabriela Galindo

Los diccionarios pueden llegar a provocar una cierta fascinación, quizá, porque son el prototipo del libro que es capaz de resolver todas las dudas. Aunque generalmente no resuelven casi nada y es común, después de consultarlo, quedar con más dudas que antes. Sin embargo, el orden perfecto, el listado enorme de palabras, referencias y conceptos pueden resultar muy atractivos, incluso aún cuando no se encuentre lo buscado.

Al visitar la exposición ABCDF me sucedió lo contrario que con un diccionario común. Entré con pocas expectativas de encontrar lo que buscaba y me equivoqué. Me topé con un grupo de imágenes, recuerdos, símbolos, lugares y situaciones, todos perfectamente ordenados alfabéticamente y estructurados tal y como uno lo espera en un diccionario. Ciertamente también encontré grandes ausencias, pero no hablaré de lo que faltó, sino de lo que encontré.

Siguiendo el orden alfabético que da la estructura a esta exposición, entre las primeras obras, se encuentra un gran letrero luminoso realizado para una feria de pueblo con la palabra "Amor", acompañado de un texto que habla del amor a la ciudad. Pero ¿amor a esta ciudad?, hoy en día la mayoría de los que habitamos esta inmensa urbe no hablamos exactamente de amor, sino de asaltos, tráfico, smog y demás calamidades. Cuántos de nosotros no hemos pensado, en más de una ocasión, salirnos de este atolladero urbano.

De entrada, hablar de amor, me pareció un tanto aventurado. Sin embargo poco a poco, esta idea empezó a cobrar sentido. Porque, inmediatamente después encontramos una fotografía bajo la palabra Apañón, imagen violenta de unos policías que, borrosamente debido al movimiento brusco, están atrapando a un sujeto que muestra una expresión de miedo evidente y un poco después otra foto de una camioneta medio destartalada, cargada de ataúdes. Este contraste de ideas, Amor-Apañón-Ataúd es meramente casual, el orden de las imágenes es por palabras y no por ideas, sin embargo, juntas construyen historias que son típicas de esta ciudad, que son representativas de lo que somos, de lo que vivimos o padecemos a diario los capitalinos y que se van armando con la misma casualidad que nos da el orden alfabético de esta exposición.

Una banca de un parque, un balneario atascado de bañistas en calzones, un baño público y un grupo de mujeres recogiendo cartones en un inmenso basurero, no sólo nos muestran situaciones o lugares comunes del DF, también nos hablan de una circunstancia de diferencias sociales desbordantes y aterradoras. La ciudad está llena de miseria y casi se nos olvida.

Es posible distinguir dos clases de imágenes, a manera de esquema simple para entender la multitud de sensaciones que una exposición de esta magnitud puede provocar en algunos espectadores. Por un lado están aquellas que nos representan ante otros y en segundo lugar se encuentran aquellas en las que encontramos una representación para nosotros mismos.

Las primeras, son las que muestran de forma gráfica, ritos, cultos o tradiciones que nos representan como grupo, género o clase social. Las otras, son de carácter más personal, son en las que encontramos un punto de identificación y que nos caracterizan como seres individuales. La imagen de Pedro Infante vestido de charro, cantando a dúo con Abel Salázar puede ser tan representativa para el capitalino como para cualquier mexicano, igualmente, hay pocos mexicanos que no puedan reconocer la imagen del Chipote Chillón, artefacto usado por el famoso anti-héroe de la televisión el Chapulín Colorado. Sin embargo hay otras imágenes que sólo tienen sentido por un particular personal, un símbolo o un elemento que sólo tiene significado a partir de la experiencia individual.

 

En este sentido, creo que me es difícil discernir si mi atracción se debió a la calidad artística de las obras o a los recuerdos que me trajeron y me remontaron a mi propia historia. Por ejemplo, bajo la palabra Café está una fotografía que podría parecer bastante común, es una imagen de una pareja mayor sentada en una cafetería típica del centro, que está hablando con el mesero, en la vidriera se alcanza a distinguir el nombre del lugar: "Café Trevi". Tal vez eso no le dice mucho a la mayoría, pero habrá quien recuerde ese lugar, es una cafetería con un estilo y sabor muy particular que se encuentra a un costado de la Alameda. Lo atractivo (para mi) de esta imagen, es que era un lugar que yo solía frecuentar con un grupo de amigos, en esa época universitaria en la que pasábamos largas horas hablando y discutiendo de cómo alcanzar un mundo mejor, si la revolución era la solución, si la literatura era el camino, y yo sentada, justo ahí, donde está sentada la señora que se ve en la fotografía.

Por momentos, pasearse por las salas fue una experiencia más cercana a estar viendo un álbum de fotos familiares que una exposición en un museo.Durante el recorrido por casi todas las letras, encontramos una gran cantidad de imágenes de calles, colonias y barrios diferentes. Es inevitable el tratar permanentemente de reconocer los lugares. Algunos, son extremadamente conocidos y populares y eso justifica su presencia, como el Estadio Azteca, La Catedral o el Zócalo que son espacios simbólicos de esta ciudad. Sin embargo también encontramos otros poco o nada conocidos. Una de las fotografías que me llamó la atención (también por efectos de remembranzas personales) fue la fotografía de Mundo Feliz. Era un centro de diversiones para niños, con decorados setenteros y que no duró mucho. Poca gente lo recuerda, no es un lugar que sea particularmente simbólico, sin embargo, también estaba ahí.

Otro de los elementos interesantes de la exposición, son los textos que acompañan cada una de las letras, además de un glosario que describe de manera muy breve alguna particularidad de cada una de las palabras contenidas en la exposición. Por ejemplo, uno de los textos, narra la forma en que un citadino común puede deshacerse de los molestos ladridos del perro del vecino. Esto es posible, gracias a un remedio infalible: “Las Bombas de Valium”. Se decribe perfectamente como se debe tomar un par de rebanadas de pan y usarlas para envolver un valium y lanzar esta mezcla al lugar donde se encuentran los canes ruidosos. No es dañino, asegura, esto le hace bien al perro, quien dormirá plácidamente por un periodo de dos o tres días y le permitirá descansar y relajarse tanto como todos los vecinos de alrededor.

Y seguimos con el alfabeto, peinado, peine, peligro, peluche; esta secuencia me hace recordar aquel comercial de “Pepe Pérez peluquero, peina con peines pirámide” y algunos otros que son inolvidables, como: “Mejor, Mejora, Mejoral” o aquel que con una tonadilla cantaba: “Siga los tres movimientos de Fab: lave, escurra y tienda”. Me parece que el resultado de esta exposición, es exactamente eso, no olvidar, recuperar la memoria a través de las historias, la gente y las experiencias de los habitantes de esta ciudad. ABCDF es un breviario histórico, que no intenta presentar la historia de la ciudad misma, sino las historias de sus habitantes.

 

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Fecha de publicación: 07.05.2002