Mauricio Colín.
José Manuel Springer
César Herrera.
Es necesario advertir que lo que voy a escribir sobre es una reflexión que ocurrió luego de hacer un recorrido por el entorno visual de esta ciudad y que de alguna manera mis ideas están motivadas por la idea general de imagen, de la cual participan las obras artísticas que vi en dos exposiciones, pero no exclusivamente.
Hace años cuando la gente tenía menos estímulos visuales que los que existen hoy la división entre arte e imagen era más tajante. Para diferenciar, por ejemplo, a la fotografía del arte, se hablaba de categorías empíricas: profesionales o amateurs, comercial, no comercial, alternativo o institucional. Hoy es difícil tratar de separar el ámbito de las imágenes comunes en los medios de comunicación y las imágenes que nos brindan los artistas en galerías o museos. O quizá podría decirse que lo único que las diferencia es que unos sean masivas y otras sean particulares.
Muchos de los que trabajamos con imágenes en nuestra práctica cotidiana tendemos a abarcar cada vez más territorios ignotos. Me refiero a tratar de encontrar en la realidad algo que ya tenemos en la mente. Antes creo que lo que importaba era crear algo distinto, de ahí el término creación. Hoy se trata más de apropiar contextos, intervenir imágenes, citar. Esto ha cambiado el modus operandi de los artistas, pero también de los publicistas y los propagandistas. No hace poco vi la última en una serie de guerras publicitarias los anuncios de Pepsí que habían intervenido -por decirlo así- los anuncios de El Palacio de Hierro y Wonderbra. Esto me pareció el ejemplo típico de una estrategia mediática para crear controversia y sensacionalismo, algo que los artistas hacían en las décadas anteriores para llamar la atención sobre sus puntos de vista.
Alma Sandoval.
En consecuencia hoy pienso que el arte está
jugando en la misma cancha y con el mismo equipo de los creadores
de imagen. Esto último suena exagerado, pero creo que
hay razones de peso para asumirlo como tal. La primera estriba
en que el arte que hoy se considera actual -la palabra vanguardia
forma parte de otra epistemología- tiende a parecerse
a una reacción u apropiación de un discurso preexistente.
Es decir buscamos algo ya representado para hablar de ello.
La segunda tiene que ver con el hecho de que se asume que cualquier
reelaboración es contingente a su tiempo y sólo
a este, por lo que el arte se convierte, como cualquier otra
imagen, en algo efímero, cuando no está muerto
antes de exponerse. Así de rápido vivimos; las
imágenes de hoy cancelan a las de ayer. Y en tercer lugar,
el papel del público viene a ser la de mero constatador
(un dígito de las estadísticas de raiting) de
las imágenes, alguien que va a recordar una fracción
del total durante una fracción de tiempo.
Ante esta realidad insoslayable, la propuesta de los artistas
ha sido entrarle al río revuelto y nadar con la corriente,
de manera que puedan introducir su discurso efímero en
el caldo de imágenes recurrentes, institucionales, comerciales.
El colectivo Doméstica llamó mi atención desde el año pasado porque creo que nadie pensaba en los 80 en hacer un arte que tuviera como origen y destino la vida en casa. Eso como que era algo del pasado, el arte tendría que ser público y aguerrido, especialmente el arte joven. Pero hoy, este colectivo formado principalmente por alumnos de la Escuela La Esmeralda proponen llevar al espectador por un laberinto de objetos que en mucho se parecen a los que ya conoce en casa. ¿Se trata de una ironía o de un desplante de cinismo? Creo que tiene que ver con los dos, a juzgar por las obras de Doméstica expuestas en Toño, en la galería de la Casa de la cultura del Periodista, un lugar doméstico con vocación por la difusión (curiosa entelequia que no obstante cae como anillo al dedo para la muestra).
Georgina Bringas.
Creo que pedir coherencia a una exposición y que esta se manifieste desde el título, para saber de qué se trata, es un requisito mínimo, especialmente ahora cuando, como señalé, los papeles entre arte y publicidad se han intercambiado. La publicidad vende sueños y aspiraciones que se pueden cumplir con solo consumir, el arte expuesto en Doméstica nos recuerda pesadillas como la de vivir en un conjunto habitacional que parece un conjunto de caja de zapatos grises, que vi en la obra de Milton Zayas.
Creo que una teoría general y apresurada de lo que está sucediendo hoy con la imagen es que sus estatutos se han banalizado a tal grado que por extensión nuestra experiencia estética también ha tendido a imitarla y asumirla como tal. Nos sentimos obligados a ser banales como una forma de responder a la estupidez de la imagen institucional. Es cómo la actitud que tomaríamos con el matalascallando de la escuela o el trabajo, para contestar a sus bravuconadas. Sí, órale, ya vas. O para decirlo gráficamente me remitiría a la obra de Jimena Padilla, que encerró un conejito de peluche en una vitrina de extinguidor, con la leyenda "abrase en caso de...".
Milton zayas |
Ricardo Caballero |
Jimena Padilla | Ricardo Rendón |
Nuevamente nos
encontramos con arte que hace burla de la banalidad usando sus
propios medios. Y digo nuevamente porque de alguna manera Richard
Hamilton ya lo había tratado en su famosísima obra
¿Qué es exactamente lo que hace que los hogares
de hoy sean tan diferentes y tan atractivos?, de 1956, donde aparece
la célebre paleta Pop con la que se bautizó a esta
corriente en Inglaterra. O sea que tampoco estamos descubriendo
el hilo negro, pero sí hay una actitud diferente. Una especie
de valemadrismo creativo, valga la paradoja. Porque si hay algo
que he descubierto en esta ciudad y que pienso nos marca como
cultura chilanga es que para vivir aquí hay que recurrir
constantemente al valemadrismo, de lo contrario se corre el riesgo
de ser coherente, léase inoperante.
Las más sesudas campañas publicitarias del gobierno
de la ciudad, como esa del mexicano recién nacido que debe
35 mil pesos al nacer, se hunden en la desmemoria de los peores
anuncios espectaculares en el periférico, que por cierto
ya se van acabar. Eso dicen. O sea que lo único que nos
queda es responder a esa patraña de imágenes con
más imágenes igual o peor de banales. Que Ricardo
Caballero haya tomado un par de televisores miniatura para colocarles
un ventilador encima que hace que la imagen se diluya en un patrón
de puntos brillantes, es quizá una muestra de demasiada
sagacidad, porque como dijera Nam Yun Paik, la caja idiota es
más atractiva de lo que parece.
Tania Pérez.
En los tiempos en lo que surgió el aparato televisivo, me refiero a las cadenas de televisión, los anunciantes y la mercadotecnia, los comerciales eran absurdamente idiotas pero el público tampoco era un dechado de agilidad, la prueba es que nadie protestaba, ni los artistas hacían obra en video o instalaciones con aparatos. Los dos mundos vivían separados. Hoy los dibujos animados, como los Simpson o las Chicas Superpoderosas, son objeto de revisión y estudio, análisis y cita frecuente. Porque hemos dejado de ver la televisión como un entretenimiento y le hemos descubierto su lado flaco y su lado bueno. Una referencia a una imagen televisiva es fácilmente entendida por el público, que la ha consumido cientos de veces, quizá miles. La televisión por cable ha sido fuente de muchas maravillas de la imagen y del contenido. Ricardo Dorantes expone una instalación con monitor de computadora (oh!) y cuatro imágenes de la tortura que China aplicó a sus civiles para acallar protestas y comportamientos desviados de la norma. Ah!, el terrorismo en casa es una de esas estrategias que ha marcado los últimos lustros. Pero, no deja de ser curioso que el programa ya las imágenes de China llegaran a las manos del artista vía la telelvisión doméstica, a través de un canal que podría ser el equivalente electrónico del museo: el Discovery Channel.
Descubrimos la realidad a través del televisor y sobre esa doble representación actuamos. Casi todo lo que está expuesto en doméstica habla de esa simulación de lo real que son los espacios que habitamos y su cornucopia de objetos-imágenes. Desde el alfiletero magnificado de Alma Sandoval, pasando la manguera de Georgina Morales Bringas y las cáscaras de naranja de Rendón, lo ritual de la vida cotidiana se despliega con toda su tropelía de significados muy particulares. Pero, al final la vida en familia puede ser, como los señalamientos de tráfico recreados por Juan José Rivas solo el referente de esos objetos, un fantasma de los mismos.
Esta realidad no es un novedad, ha estado gestándose y perfeccionándose desde hace décadas, paulatinamente. Los objetos han cambiado pero las referencias siguen siendo las mismas. Cuando uno ve o escucha la palabra Nuevo, sabe que, ¡cuidado!, están a punto de engañarlo; lo nuevo es tan sólo un remake del pasado. Lo vimos con la campaña de Fox y ahora vemos que el cambio es tan solo un espejismo. El presidente que antes utilizaba a los medios para difundir expresiones ridículas con su estulticia acostumbrada, hoy se queja de que los medios dicen "babosadas". Pues, ¿dónde tiene las botas puestas?
En el MUCA Roma, ahí había un par de botas que eran parte de la exposición y no estaban expuestas, más bien las traía puestas Tania Pérez, una artista de La Esmeralda. La idea está basada precisamente en esa idea de hacer verdad los sueños de la publicidad. Tania tomó del Harper's Bazar una página con los precios de las prendas que se anuncian ahí y solicitó a la galería el presupuesto para comprar las botas y ponérselas la noche de la inauguración, mientras los parroquianos veían el anuncio colgado de la pared en la galería. Esto es lo que se llama Los Novísimos, obra de artistas imberbes (los jóvenes de hoy tienen más de 30 años) de varias capitales mexicanas.
El texto del catálogo es una justificación o una
disculpa, pero no parece establecer una u otra.
"El acto de presentar obra de artistas muy jóvenes
dentro de prestigiosos espacios museísticos es ya un
hecho recurrente en la escena del arte contemporáneo
den México que , a mi juicio, ha perdido piso.
Douglas Rodrigo Lara. Daniel Ruanova García. |
Claudia Cuevas. |
Tanto de parte de los curadores, como de parte de los críticos de arte y directores de instituciones percibo una dañina aquisencia hacia el trabajo que realizan los artistas jóvenes. Esta aprobación casi inmediata obedece más que a una verdadera intención por apoyar el trabajo de estos artistas, a un deseo enloquecido por querer descubrir lo nuevo y, pase lo que pase, estar siempre a la "vanguardia".
Ahora que la vanguardia y lo alternativo
ya son una academia, si yo fuera Tania estaría muy contenta
por haber comprado botas Versace a mi gusto y de paso comentar
sobre el consumo con un guiño de cinismo, porque como
dice el curador, Victor Palacios, la exposición pone
en contexto y sobre la mesa los datos que aportan al entendimiento
de la imagen publicitaria y el arte. Lo contemporáneo,
que hoy más que nunca se define por lo efímero,
porque cada minuto es contemporáneo solo del que le precede
y antecede, es la falta de conexión entre eventos. La
pérdida de un continuo histórico. Creo que estamos
ante esa especie de orfandad que amenaza a cualquiera, sin importar
su edad, porque hoy eres parte de algo y mañana ya no,
porque hoy eres joven y pronto ya no lo serás, porque
para verte más joven lo mejor es vestirte joven.
La situación de los museos parece particularmente guiada
por esa dinámica juvenil, como bien nota Palacios, pero
no logra responder en los hechos a esa aquisencia enloquecida
que tiene la juventud por usar elementos banales. Como dije
arriba, el arte joven ya no propone, responde a una imagen o
un conglomerado de ellas.
Gustavo Ramírez Ramírez.
Hace aproximadamente
un siglo, cien años, que el mundo veía el futuro como
un cierto optimismo. En ese entonces la máquina se había
convertido en un signo de cambio, movimiento, fertilidad femenina.
Los artistas de aquella época enfrentaban la transición
con la ingenua, pero sincera, fe de que la máquina cambiaría
todo. Hoy los artistas de Novísimos lanzan una respuesta
muy sutil, podría decirse tímida, en la que la confianza
en el futuro nomás no existe. Sus contenidos, que no sus
ya usados medios formales, dejan ver una actitud de cierta superficialidad
que exaspera, como la pintura de la conejita de Claudia Cuevas,
el retrato de familia de Gustavo Ramírez o el Viaje interestelar
de Daniel Gutiérrez Toca.
He estado insistiendo y lo volveré hacer aquí, que
el papel del artista contemporáneo está en el manejo
de los medios. Su misión es irrumpir en ellos y lograr su
rearticulación para beneficio de una sensibilidad masiva.
Si los papeles entre imagen publicitaria y artística se han
trastocado, hasta ahora la presencia artística en los medios
sigue siendo escasa y débil. Probablemente el planteamiento
ya no es resistir pasivamente a la imagen sino intervenir en ella,
siguiendo, por supuesto, el ejemplo de Pepsi.
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