¿De qué otra forma podríamos hablar?
El pabellón de México en la 53 Bienal de Venecia.

Teresa Margolles

José Manuel Springer

Teresa MargollesPor segunda ocasión consecutiva se presentó un pabellón mexicano en la Bienal de Venecia. Esta vez la artista seleccionada por un comité interinstitucional fue Teresa Margolles. El nombre de la exposición, curada por Cuauhtémoc Medina, fue: ¿De qué otra cosa podríamos hablar?  Una muestra cuya temática es la violencia ocasionada producto del narcotráfico que aqueja al país y, según las encuestas de opinión, el principal problema que afecta a México hoy.

El pabellón se instaló en el antiguo palacio Rota-Ivancich, un edificio señorial escondido en una callejuela cercana a la Plaza de San Marco que, no obstante, atrajo la visita de público y reconocidos especialistas. Las características del inmueble, su deterioro físico y sus amplios espacios funcionaron para la propuesta de Teresa Margolles, que requería algo que no fuera un cubo blanco, sino un lugar con carácter y una atmósfera de abandono. 

Al entrar al recinto se sube por una escalera amplia hacia las antiguas salas de la mansión, cubiertas de polvo, con la tapicería manchada y en algunas partes desgarrada y una penumbra espectral que era subrayada por la luz amarilla de los focos desnudos usados para contrarrestar las sombras lúgubres. En el amplio primer salón no hay nada, en la segunda sala, de menores dimensiones, tampoco. Al caminar por las salas una atmósfera de pesadez se va haciendo patente, pues el vacío de las habitaciones crea la premonición de que hay algo muy denso en el ambiente.

Teresa MargollesLimpieza (2009) Limpieza del piso de las salas de exhibición hecha
con una mezcla de agua y sangre de personas asesinadas en México.
La acción tendrá lugar al menos una vez al día durante el tiempo
que dura la Bienal de Venecia.

No fue sino hasta la tercera sala vacía cuando encontré una pequeña tarjeta pegada en la pared que anuncia que los pisos de la salas son trapeados frecuentemente usando una mezcla de sangre y agua. La sangre procede de lugares donde la artista detectó actos de violencia: balaceras y asesinatos ocurridos en calles polvorientas o avenidas sobre las quedaron tendidos los cuerpos acribillados de miembros de los carteles de la droga de los estados norteños de Sinaloa y Baja California, donde se concentran los principales carteles de la droga en México.

Uno puede dudar de la veracidad de la información e incluso es posible pensar que se trata de un escabroso procedimiento de la curaduría para llamar la atención sobre el vacío. Pero con Teresa Margolles sabemos que lo que hay es lo que es. En esas salas la ausencia de imágenes, la invisibilidad de los escenarios son factores que desestabilizan la percepción. La artista nos coloca en una situación de certidumbre pero sin recurrir a lo visible, lo que provoca una incomodidad, el malestar de una sensación no verificable visualmente. La humedad del piso es la única referencia. A lo largo de tres lustros de carrera Teresa ha dado muestras fehacientes de que lo suyo es el trabajo con la muerte física, la desaparición de seres humanos y los rastros que dejan esos hechos, siempre violentos.  Hay un halo de muerte en el ambiente. La estrategia consiste en ocultar el drama, volatilizarlo, rebelar su presencia a través de un olor, una sensación que se siente en el aire.

Si bien anteriormente Margolles trabajó con cuerpos, líquidos corporales y fragmentos humanos procedentes de la morgue (o el servicio médico forense, como se le conoce oficiosamente) ahora los desechos proceden directamente de la vía pública, han sido recuperados luego de que las autoridades policiales han retirado cadáveres, automóviles, casquillos de bala y cualquier evidencia objetiva.

Teresa MargollesNarcomensajes (2009) Textos bordados en hilo de oro sobre telas
impregnadas de sangre recogida en lugares donde ocurrieron
asesinatos. Las telas serán bordadas progresivamente durente
la Bienal de Venecia. (Obra en progreso).

La cuarta sala presenta tres telas rojizas colgadas sobre los muros verdes. Los paños están manchados por la sangre que la artista recogió humedeciéndolas para que absorbieran los líquidos esparcidos por el piso. El catálogo del pabellón documenta fotográficamente el proceso. Donde antes había pinturas y decoraciones, ahora cuelgan los rastros de la violencia. Una de los lienzos ha sido bordada con hilo de plata con las palabras Ver, Oír y Callar, citas de los mensajes que los sicarios colocan en los cadáveres de sus víctimas.

El recorrido de la muestra nos lleva de regreso a la primera planta, pasando por un pasillo donde hay algunas bocinas de audio que reproducen las voces de los que fueron testigos en los macabros sitios donde fueron hallados los cuerpos desmembrados o acribillados. Los textos han sido apropiados de los mensajes que el crimen organizado usa en las ejecuciones: "Ver, oir y callar, Hasta que caigan todos tus hijos, Así terminan las ratas. Para que aprendan a respetar".

En la última sala, antes de volver al recibidor del palacio se encuentra otra instalación. Está hecha con mantas cubiertas de barro café, mojadas con agua, que cuelgan del techo escurriendo una mezcla de líquidos y sólidos recuperados de los sitios criminales, un canal colocado debajo recoge una mezcla espesa de líquidos. La tarjeta de la sala da noticia de la procedencia de las telas y sus contenidos.

Teresa MargollesSangre recuperada (2009) Instalación de telas impregnadas con
lodo con de lugares donde fueron encontrados los cuerpos de
personas asesinadas en México. El traslado de este material a
Venecia se efectúa por medio dela rehidratación de las telas.
El barro utilizado por esta instalación es reutilizado en la
acción de limpieza del pabellón a fin de acumular
los restos en el suelo.

Al salir del pabellón uno siente una pesadez en el estómago, ocasionada por la presencia viva de los muertos. El miedo, el coraje y la tristeza de saber que más de cinco mil personas fueron asesinadas en 2008 de esta manera en México hace sentir la impotencia y el dolor de ser parte de una sociedad que no puede poner fin a estos hechos y que, por el contrario, los propicia día a día.  Al cruzar el umbral del edificio me invadió la desesperanza. No estaba pensando en el arte de Teresa Margolles, no es lo que me preocupó en ese momento, era más la impotencia y el escalofrío que produjo en mí ese lugar de Venecia, que se había convertido en una tumba abierta. Afuera, sobre el canal que limita al palacio ondeaba una bandera de México, una de Venecia y una bandera roja. Llovía a cántaros y la bandera roja escurre su sangre sobre las turbulentas aguas venecianas. México un país bañado en sangre donde escasea el agua.

Escribo estas líneas semanas después de haber visitado la exposición. Lejos de México y de Venecia. Ahora pienso en qué más se puede decir o si existe otra manera de expresar lo que Teresa Margolles depositó en nuestra conciencia.

Conservo una de las piezas que fue repartida durante la inauguración, una tarjeta tipo bancaria, donde aparece de un lado la fotografía de una cabeza, no sé si femenina o masculina, calcinada y golpeada, sin pelo, hinchada, con la piel de color azul y morada, manchas de sangre coagulada. Del otro lado de la tarjeta el logotipo del a Bienal y una pequeña nota que dice: Persona asesinada por vínculos con el crimen organizado. Tarjeta para picar cocaína. Tremenda recomendación que se convierte en recordatorio de cómo el consumo de esa sustancia blanca, su distribución clandestina y extendida por todo el país, se ha convertido en el origen de nuestro problema actual.

Teresa MargollesTarjetas para picar cocaína (2009)
Múltiple de diez mil ejemplares de tarjetas
de crédito para ser distribuidas durante la
inauguración de la Bienal de Venecia.

La obra de Teresa Margolles se quedó en mi memoria, como se han quedado imágenes y las crónicas de los periódicos sobre la violencia que muestra su rostro cada semana en parajes desérticos, comisarías de policía o incluso en la vía pública de las ciudades golpeadas por la violencia del narco.  Pero surge la duda: Cuando una obra se refiere a un hecho humano real, ya sea que lo comente, lo simbolice, lo analice, ¿su está directamente relacionado con la urgencia del tema?

Después de leer sobre las tumbas y decenas de cadáveres en la prensa, uno no quiere saber más del tema. Queremos darle vuelta a la página de esas historias negras, salpicadas con el saldo rojo que arroja la guerra de guerrillas en que se ha convertido el narcotráfico en la última década. Pero la obra de arte, pone en la discusión aspectos tales cómo: la sangre real es una presencia incontestable de la vida y la muerte de una persona, elimina la distancia entre la muerte y el espectador. De un lado está el la repetición con el que la prensa reporta el hecho que socava la sensibilidad hacia el hecho y del otro lado está el testimonio de la sangre que crea una presencia, podría decirse una evidencia del crimen. Y también podría ser una derivación de la violencia, o una consecuencia de la misma.

En el proceso de trabajo de Teresa interviene decisivamente la presentación: la forma en que traslada los hechos al espacio de exposición. Las piezas del pabellón no tienen la crudeza del periodo forense de su carrera. La joyería y una banca de concreto colocada en el recibidor –hecha con flujos extraídos de cadáveres, descubren factores ocultos. La factura impecable de estos artefactos es una réplica de la lógica productiva que opera en las maquiladoras de bienes de consumo. Consideremos, por ejemplo, que un par de zapatos lleva impreso el sudor de decenas de jóvenes mal pagados que los manufacturaron en Asia [1].  Esta puesta en evidencia de lo que constituye la mercancía en el producto artístico, su génesis, su esencia y su simbolización, revela la perversión de la cadena producción-distribución-consumo a lo ancho y largo de la historia del capital económico y simbólico.

Teresa MargollesBandera (2009) Tela impregnada con sangre tomada
del lugar donde cayeron los cuerpos de personas
asesinadas en la frontera norte de México.

La segunda estrategia consiste en el despliegue de acciones previas a la instalación, que el público no pudo ver. A las evidencias presentadas y ocultas en la exposición, se suma la información registrada en el catálogo. Ahí se consignan otras acciones que realizó la artista en abril de 2009, semanas antes de la inauguración [2]. Las telas impregnadas con sangre fueron lavadas en las playas de Lido, como acto de expurgar el trauma original, y se colocaron sobre la puerta y ventanas del elegante edificio que alberga al pabellón de Estados Unidos, ubicado en la zona exclusiva de Los Jardines de la bienal. Efectivamente, las calles ese país, el principal mercado de la droga, también están teñidas de sangre, de la sangre derramada por el narcotráfico y la de los inocentes que mueren en medio de una balacera. Estas acciones lleva los hechos reportados por la prensa a un ámbito más humanista: el caos instaurado por lo terrible solo puede contrarrestarse con el orden del ritual [3].

El tercer aspecto la obra de Margolles aborda es la responsabilidad, la de su propia obra que es resultado de la violencia y la de la implicación social en esas muertes. Todos tenemos una parte de cómplices, mientras continuemos esperando el dejar hacer dejar pasar del mercado equilibre la situación, mientras sigamos pensando que ese problema no es el nuestro o que rebasa el ámbito personal. Este es el punto que resulta del primer encuentro con la obra, que lo terrible no deja de existir sólo porque lo dejamos de ver, sino que nos empuja a ver en el individuo lo que se sucede en el cuerpo social. Si vemos la violencia cómo ocasión del arte, la obra tendría que desaparecer una vez cumplido su periodo de exposición o estaría prolongando aquello que ha decidido enjuiciar.

¿De qué otra manera podríamos hablar del problema? Hace quince años el país se debatía en una guerra entre gobierno y guerrilla indigenista. Gobiernos pasaron, declaraciones se hicieron, y le echamos tierra al asunto. El tejido social del país no puede, no debe, seguir desgarrándose con la violencia anónima y la protección encubierta. La economía del narcotráfico no tiene visos de contraerse, aunque la ofensiva de declaraciones señale que se trata de ajustes de cuentas entre narcotraficantes, pero lo cierto es que esa violencia surge desde los hogares de todas las ciudades de México. El enemigo no está localizado y sus víctimas viven sin saber que serán inmoladas el día de hoy.

Cierto que desde el punto de vista artístico (que pierde peso cuando el tema es de orden social y político) la muestra tiene errores y disminuciones.  Fue un error que no se muestren las joyas que mandó manufacturar Teresa Margolles con restos de cristales de los autos acribillados, recolectados en el lugar de los hechos. Esos fragmentos de vidrio, engastados en collares y brazaletes, son, como la tarjeta para cortar coca, los instrumentos que reflejan el modo de vida de los que con su consumo e indolencia, se convierten en cómplices del problema, pero podrían convertirse en fetiches [4]

Teresa MargollesEmbajada (2009) Intervención al pabellón de Estados Unidos en
los Giardini de Venecia con telas con sangre de personas
ejecutadas en la frontera norte de México.
Las mantas ensangrentadas no se han terminado de bordar. Quizá habrá otras leyendas que podrán incluirse, tomadas entre las que a diario aparecen en fosas comunes clandestinas. El verismo del pabellón mexicano también está dado por las innumerables notas de prensa y las imágenes que transmiten los noticieros y la red Internet. Si existe manipulación de la evidencia, como se ha dicho sobre el muestra, yo respondería que es muy difícil ocultar el Sol con un dedo. El conteo de muertos, que en lo que va de este año ya llegan a más de tres mil, no dejan lugar para el escepticismo o la ingenuidad.

Por último, lejos de ser calificable como postminimalista, la estrategia de Margolles no requiere de un discurso estético que la justifique o que la defienda de los ataques de los fariseos de la cultura artística. Históricamente los artistas de Latinoamérica: de Brasil [5], de Uruguay, de Chile, o de Argentina, han usado estrategias para condenar la violencia, la tortura o el sacrificio de vidas humanas por motivos políticos. El arte de Latinoamérica no se hizo a partir del discurso de museos o galerías, sino como una forma inteligente de hablar de las cosas desde la oblicuidad a la que obligaban las circunstancias. No debe confundirse la historia del arte de Latinoamérica con la del primer mundo, porque se ocultaría la razón de ser de la praxis artística en su contexto.

El pabellón de mexicano pone el dedo en la herida. El problema y la forma en que lo abarca Teresa Margolles rebasa a las instancias mediáticas y artísticas convencionales; la lógica de expansión de la droga ha roto alianzas criminales y ha descaderado una lucha violenta auspiciada por el dinero del consumo. Un poderosa economía paralela recorre las venas de la economía globalizada, su producto es la muerte. ¿Puede el arte hablar de otra manera?

Teresa MargollesBandera (2009) Acción pública llevada a cabo en la
playa de Lido en Venecia con la tela impregnada de
sangre colectada en donde se cometieron asesinatos
en diversos sitios de México.

NOTAS
[1] En la acción A través de (SMART Project Space, Ámsterdam, 2007) Teresa Margolles empleó ropa de sexoservidores  para limpiar las ventanas de la sala e impregnarlas con los fluidos corporales, para que el público absorbiera el olor del sudor.
[2] Una práctica que se ha extendido: realizar acciones previas a la apertura de la bienal. Santiago Sierra lo hizo en el pabellón de España en 2005. En el pabellón de Gran Bretaña de este año la película de Steve McQueen registra la decadencia de los jardines de la bienal durante el periodo de invierno, cuando la zona se encuentra abandonada.
[3] Acciones de este tipo han tenido lugar en el espacio público, como la marcha de silencio o la instalación de cruces en la plaza del Zócalo de México, en protesta por la matanza de indígenas de Acteal (1997).
[4] Existe en la Ciudad de México una colección de objetos del narcotráfico bajo custodia del Ejército mexicano, que no está abierta al público; cuenta con joyas y armas adornadas con oro y pedrería.  Su invisibilidad pública las convierte en fetiche para los pocos que tienen acceso a ellas.
[5] Arthur Barrio, el artista portugués-brasileño, solía  dejar  cajas manchadas de sangre en las calles de Sao Paulo, que representaban los saldos de la violencia selectiva implantada por el gobierno militar en los años 60. Luis Camnitzer con sus instalaciones  y fotografías sobre la tortura aplicada en Uruguay ; en Argentina el grupo Tucuman Arde, y en Chile Diamela Eltit (que lavó las calles frente a un burdel de Maipú) o Alfredo Jaar y obra sobre genocidio en Rwanda, son algunos ejemplos de una estética que históricamente está alejada del Minimalismo, de raigambre protestante estadounidense o del Accionismo europeo.
© FOTOGRAFÍAS DE GABRIELA GALINDO (Excepto : la foto del pabellón estadounidense y la acción en lido que fueron tomadas del catálogo de la exposición)

 

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Fecha de publicación: 12.07.2009