Genoveva De La Peña
En este particular centro de operaciones artísticas, clasificado como una galería por las personas vinculadas al medio, las cosas no suceden como se esperaría. No hay paredes blancas ni pisos de cemento pulido, la iluminación es inadecuada cuando no hay luz natural, no hay vitrinas, no hay mamparas, ni aire acondicionado; el olor... es insoportable. Aquí, la elite intelectual de la ciudad no se reúne a socializar, tampoco a contemplar la obra reciente de sus artistas; no hay inauguraciones ni clausuras. Al espectador o posible comprador no se le toma en cuenta, en realidad, nunca se le espera.
La galería se ubica en lo que fueran las bodegas de Express de la Estación de Ferrocarriles Unidos de Yucatán, que funcionó como tal del año 1900 a 1999. En ellas se guardaba el maíz, trigo, azúcar y distintos productos procedentes de Veracruz, Chiapas y Campeche. Ahí llegaban los "trucks" por las vías paralelas a las bodegas y recogían la mercancía para subirla en camiones y distribuirla en sus respectivos puntos de venta. La segunda bodega pertenecía a Correos de México y recibía correspondencia y paquetería principalmente del D.F. Situada en un espacio aparentemente público, entre las antiguas oficinas del ferrocarril y la Escuela Superior de Artes de Yucatán, Da Burn es el lugar perfecto para deshacerse de algo, o de alguien. Es un territorio de paso para estudiantes, funcionarios y comerciantes de la zona. En teoría todo el mundo sabe lo que hay dentro, en la práctica prefieren imaginarlo. Nunca nadie entra al galerón, se tiene la intuición de que hacerlo es ilegal. El dueño, director, secretario, curador, intendente y museógrafo de la galería es Rodrigo Quiñones Reyes, joven artista y galerista de Mérida, cuya propuesta consiste en invitar a reconocidos artistas y teóricos del arte a prenderle fuego a su propia obra. En un gesto que no sé bien cómo calificar, el invitado en turno quema su trabajo hasta verlo convertido en polvo negro. A diferencia de los museos y galerías convencionales, en Da Burn es el artista quien lleva, prepara y ofrece al público su propio cocktail, algo así como un Potlatch[1]. La calidad del brebaje depende de la extravagancia y del presupuesto del artista.
Siguió José Luis Bojórquez, para quien "lo cultural parece confiar demasiado en la versión "oficial" de la realidad". Después Saúl Villa quemó una tridilosa (sistema estructural de entrepiso tridimensional mixto de acero y concreto desarrollado por Heberto Castillo), modelo que le serviría a Saúl para la instalación de su mural en el Anahuacalli. Mónica Mayer incendió su Escandalario, junto con la promesa de no volver a hablar de ese libro ni dar una conferencia al respecto. Las últimas quemas fueron de Gabriel Quintal, Katie Numi y No Author. En Da Burn Gallery no se expone nada, el único permanentemente expuesto es el visitante que entra. La obra, objeto de interpretaciones, avalúos, reflexiones, autoría, seguros, publicaciones, congresos, operaciones mercantiles y supuestas pertenencias, desaparece. El coleccionista, se queda con las ganas. Los artistas queman por muchas razones: cierran ciclos, marcan tiempos o concluyen con una identidad, a otros, como Saúl, les viene de naturaleza. Lo que debo confesar es que hay cierto placer en ver arder las piezas. El incendio no es violento, sucede despacio, casi con la misma calma con la que suceden las cosas aquí en Mérida. Ver un hermoso objeto quemándose tiene un encanto especial. Más allá de la travesura y de la burla hacia el aura de la obra, las quemas en Da Burn se viven como pequeños rituales, ejercicios de desprendimiento, despedidas. Después de insistir un poco, logré una entrevista con el director en las oficinas de la galería. Me dijo lo siguiente:
Después de tener esta experiencia, el conocedor y el iniciado quedan pensativos. Otros como yo, coincidimos con Walter Benjamin en cuanto a que no hay esencia inmutable de la obra de arte, sino una esencia histórica que depende de las transformaciones sociales. Si su intención es ver la obra de los artistas residentes en Yucatán, quizá sus expectativas sean cumplidas. Usted podrá asistir a DaBurn Gallery si tiene la suerte de ir pasando y ver las hileras de humo elevándose al cielo. El olor a quemado le invitará a entrar o... a salir corriendo.
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