Cinco Continentes y una Ciudad

Replica21

Santiago Espinosa de los Monteros

Delcy MorelosDelcy Morelos, Color que soy; 1999.
(América)

Se lleva a cabo en la ciudad de México la tercera versión de Cinco Continentes y una Ciudad, tercer salón de pintura. "Con este salón se cierra la primera etapa de tres…" según apunta en la introducción del catálogo la directora del evento, Marta Palau. En esta versión los curadores fueron por África, Olu Oguibe; por América, Gerardo Mosquera; por Asia y Oceanía, Fumio Nanjo; por Europa Chris Dercon y por México Víctor Zamudio Taylor.

La presencia este año de creadores que realmente viven y trabajan su obra dentro de las zonas geográficas que representan es mayor en esta versión. El año pasado abundaron quienes, desde las megaurbes, sobre todo Nueva York, fueron seleccionados por sus orígenes raciales mismos que, aunque en teoría y por el perfil del evento deberían ser los condicionantes fundamentales de sus obras plásticas, se encontraron impregnados de un cosmopolitismo que ya había marcado algunas de sus trabajos. Esto impidió una lectura libre de las influencias del main stream de las artes contemporáneas.

Aunque esta tercera versión tuvo aún en algunos de sus representados a creadores que desde hace muchos años no han vivido en sus lugares de origen, fue mayoría el grupo que, aunque con larga presencia en galerías europeas y norteamericanas, sí conserva el apego a las influencias primeras de donde son oriundos.

Mary EvansMary Evans, Ring a rosie; 1995 (África)

Por África estuvieron presentes Mary Evans y Odili Donald Odita de Nigeria y Julie Mehretu de Etiopía. Sin duda en este grupo las piezas del polifacético Donald Odita es de los que llamaron mayormente la atención. Su obra de evidente placer visual nos remite en una primera instancia a los juveniles trabajos parisinos del venezolano Carlos Cruz Diez cuando iniciaba serias investigaciones cromáticas basándose en largas líneas que, entrecruzándose y desenlazándose formaban zonas colorísticas que, con los años, han dado perfil a una escuela que a finales de los años cincuenta veía sus primeros frutos. Hoy a la distancia creadores como Odili han viajado más allá de esa mera investigación cromática para situarse conceptualmente en un terreno que pone a su obra en el campo de crítica haciendo tambalear a veces las en apariencia sólidas relaciones humanas.

Obras con títulos como Tropicalia, Open y PAN AM por mencionar sólo tres, se nos presentan mansamente con un derroche de precisión colorística que, al poco de mirarla, nos atrapa en una complicada red de imágenes evocadas y ausentes que llegan hasta nosotros por la utilización de los colores prototípicos de lo que al autor le evocan los temas con los que nombra a sus cuadros.

Luis CruzLuis Cruz: Azaceta, 1997.

Luis CruzLuis Cruz, Head Stone; 1997.
(América)

Maro SumiMaro Sumi, Aoki No. 6; 1990
(Asia y Oceanía)

En el apartado de América dos cubanos y una colombiana se encargan de representar al continente. Seleccionados por Gerardo Mosquera ellos son Luis Cruz Azaceta y Jorge Luis Marrero de la isla antillana y Delcy Morelos por Colombia. De ella se vieron en la ciudad de México las imponentes piezas de la serie Color que soy y que reconstruyen amplios trozos de piel, con sus pigmentos, su sangre y su memoria revelada en un despliegue cromático apabullante. Se trata de contar la historia racial del continente americano desde la postura del yo que pinta y que, a todas vistas, contraviene de manera inteligente aquella otra pintura que por tantos años se ocupó de denostar y disfrazar a quienes desde sus diferentes tonalidades dérmicas delataban también sus disímiles orígenes raciales y sus situaciones socioeconómicas en un entorno poco grato para aquellos no iguales racialmente a las clases dominantes y pudientes.

Cruz Azaceta por su parte revela para el público mexicano una nueva época en su producción y, sin abandonar la pintura como tal, incorpora en esta ocasión a sus piezas fotografías y objetos diversos que, al situarlos en el plano, dan a su obra un lenguaje compositivo distinto al que ya le era característico. Los alambres de Jorge Luis Marrero, sin duda entre quienes más llamaron la atención de este grupo, eran claras transportaciones de dibujos que se habían corporeizado de manera casi monumental y que ahora habitaban las partes altas de los muros del Museo de la Ciudad. Su nombre repetido hasta seis veces al tiempo que se va deformando (Gestalt I), un personaje suspendido (Buceando en el informe de gestión del 1975), y un hombre con una suerte de sacudidor gigante en sus manos (El esfuerzo no legitima), entre otras piezas, dieron a esta sección una de las propuestas más contundentes de toda la muestra.

Jacqueline Fraser de Nueva Zelandia - Oceanía, Agus Suwage de Indonesia, Chatchai Puipia de Tailandia así como Makoto Aida, Akira Yamaguchi y Maro Sumi de Japón fueron los representantes de Asia y Oceanía. La obra de Makoto Aida especialmente su A picture of an Air Raid on New York City, logra aglutinar frente a ella a numerosos visitantes. En esta obra, aviones japoneses de la segunda guerra mundial viajan agrupados formando la infinita cinta de Möebius. Los aeroplanos han sido realizados en papel tornasolado y vuelan sobre una ciudad de Nueva York en llamas que entre el caos deja descubrir construcciones icónicas de la urbe de hierro como son el edificio de PAN AM, el de la Chrysler, el Empire State Building y las inconfundibles torres de la catedral de San Patricio. Todo esto ha sido montado como un biombo de seis secciones dándole a la escena un carácter de contemporánea constatación de una batalla que bien puede adornar, si así fuera el caso, una elegante mansión japonesa como en otros años lo hicieron las escenas de caza, de campo o de costumbres laborales y folclóricas.

Otra obra de gran potencia fue la Agus Suwage Pressure & Pleasure que consiste en una casa de campaña o carpa militar que en su exterior es de gran austeridad y con los colores que suelen identificar a los milicos, pero en su interior Suwage reconstruyó decenas de imágenes de carteles de películas soft porno así como otras escenas de historietas asequibles a los uniformados y tan comunes y socorridas entre los gremios castrenses de todo el mundo. En el centro de la carpa se encuentra un sencillo camastro, también prototípico de los militares, en el que se pide al público que se recueste para que, desde ahí y con visibilidad privilegiada, observe un mar de historias que habitan el interior de una carpa que parecería más una red que logró atrapar los sueños y las fantasías de quien la habitaba, incluido su autor que, por cierto, se retrata en varias de las escenas de la pieza.

Charlotte Scheleiffert de Holanda, Stéphane Mandelbaum (†) de Bélgica y Gary Hume de Inglaterra representan a Europa bajo la curaduría de Chris Dercon dueño, junto con el de su colega el curador de África Olu Oguibe autor de "The Burden of Painting", de uno de los dos textos más admirables del catálogo y en los que parecería que los curadores, más que justificar un proyecto o de simplemente describir la trayectoria de los seleccionados, hacen con sus palabras una brillante y lúcida creación paralela a la de los artistas que seleccionaron.

Dercon, en su selección, incluye a uno de los artistas más inquietantes de la muestra, precisamente a Stéphane Mandelbaum (1961-1986) de Bélgica y quien falleció asesinado a los 25 años, según el parte policiaco, mutilado brutalmente por algún miembro de la banda de ladrones especializados en robos de obras de arte mientras se distribuían el botín de un Modigliani vendido en el mercado negro. Mandelbaum pone ante el público mexicano imágenes de Nasser, de Luis Buñuel, de prostitutas y clientes. Dercon se pregunta cómo se verán esas imágenes en México, en un contexto más cotidiano para algunas de ellas (sobre todo las de Buñuel), y cómo responderá el público a ese estímulo. A reserva de indagar con minucia, vale decir por ahora que esa reconstrucción de personajes capitales mezclados con los comunes asistentes a los antros, no pasa de ser una recuperación simbólica de una sociedad que se construye y deconstruye cotidianamente alimentada a veces por los rostros y las significaciones de los grandes héroes culturales y a veces con un perfil de anonimato masivo. Si bien es verdad que era importante que el trabajo de Mandelbaum llegase a México, su lectura aquí tal vez cobra sentido sólo al cerrar un círculo que se propuso el autor y que con esta muestra culmina una función vital de sus obras.

Stephane MandelbaumStephane Mandelbaum,
Luis Buñuel; 1993 (Europa)

Respecto de la sección referida a México (y si al país entero se refiere el título con las palabras "…y una ciudad…"), quedan tantas dudas como certezas. Siendo el contingente de mayor número con quince participantes seleccionados por Víctor Zamudio Taylor, encontramos entre quienes lo forman a creadores cuyas obras ya habían tenido alguna difusión como el Toy and Horse de Marcos Ramírez Erre (reproducido en el catálogo con la foto de Tijuana durante INSITE 1998 y en maqueta en el Museo de la Ciudad), así como una vertiente nueva de Betsabé Romero derivada justamente del mismo INSITE 98 y en la que retoma nuevamente el trabajo sobre autopartes, muy afortunado por cierto, y perteneciente a la misma serie de lo que presentaron en Los Ángeles las hermanas Iturralde.

Debido tal vez al elevado número de participantes en la sección mexicana, la museografía separó piezas de autores cuyo trabajo hubiera podido apreciarse mejor de manera conjunta. Es el caso de la misma Betsabé Romero, Marcos Ramírez Erre y Thomas Glassford entre los que más padecieron esta disgregación de piezas en diferentes salas. La señalización no fue en todos los casos precisa y acertada; la obra de Sofía Táboas por ejemplo, al no tener una indicación clara de que esa era su pieza, podía pensarse que se estaba ante una de las espléndidas intervenciones en muros realizadas por el desaparecido Mathías Goeritz. De Philippe Hernández los rótulos sobre vidrio y papel aluminio parecían parte de las muchas y sobradas indicaciones que suelen tener los museos. Tal vez esto haya sido una de sus finalidades, mas el público del populoso centro de la ciudad de México en donde está enclavado el museo, tiene derecho a saber ante qué está así como los museógrafos OBLIGACIÓN DE informarle que éste o aquél objetos son obras que pertenecen a la exposición que entraron a ver.

Abraham Cruz VillegasAbraham Cruz Villegas.Betsabeé RomeroBetsabeé Romero.Jimmie Durham. Jimmie Durham. Sofía TaboasSofía Taboas.
(América)

Sucede lo mismo con el trabajo de Abraham Cruzvillegas, autor de textos brillantes y aglutinador de seguidores que presentó unos interiores para hombre y mujer a los que había impreso fotografías de políticos y otras personas montándolos en los conocidos racks que utilizan los vendedores ambulantes del centro de la ciudad, siendo los de los segundos infinitamente más creativos y osados en sus diseños y composiciones que los del artista seleccionado para esta muestra. La diferencia es que el Maestro Cruzvillegas sí conceptualizó su pieza y los vendedores de las aceras que circundan el Museo de la Ciudad sólo lo hacen con la intuición heredada y el apremio por vender a riesgo de quedarse ese día sin el elemental sustento para la subsistencia diaria.

Las puertas y fachadas de Claudia Fernández recogen una importante vena de la arquitectura habitacional de la ciudad de México. Seleccionadas por sus diseños en aluminio, herrería o destacando la pintura que se ha puesto para vestir y distinguir a las casas de la clase media mexicana, las fotografías han sido ubicadas de manera que forman un llamativo mosaico de formas casi todas geométricas y que pone de relieve una estética que, a fuerza de habitar de manera tan contundente los barrios de la ciudad, ya casi ha desaparecido de nuestra mirada cotidiana.

Estela Hussong, entre lo más tradicional en el contexto del grupo de México, participa con cuidadas piezas al temple unas y a tinta china otras que reconstruyen plantas y piedras. De Jimmie Durham se extrañó una obra de mayor contundencia y -tal vez- mejor factura. Forbidden Things consiste en un arco detector como los de los aeropuertos sobre el que se han colocado tres imágenes de cosas que, a propuesta de Durham, está prohibido pasar por ahí.

Al llegar a su tercera y última etapa Cinco Continentes y una Ciudad es tal vez el preámbulo para una Bienal que, por cierto, México no tiene. La directora de esta muestra, Marta Palau, ha sabido asumir los riesgos de un evento con este perfil y mucho ha hecho para que se lleve a cabo. Con curadores y artistas de primera línea disponibles para colaborar con un suceso de esta envergadura (sólo habría que afinar la selección, desoír los mandatos de los Gurús del día y atender más a las obras de quienes de natural y pese a ellos producen), estamos en las fechas preliminares de un evento que seguramente acaparará la atención internacional. Están los espacios, los creadores, los curadores y la voluntad de hacerlo. Estemos atentos a ver qué derrotero toma este monumental esfuerzo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Fecha de publicación: 01.04.2000