Chocolates: una nueva definición de la legalidad

Cao GuimaraesCao Guimaraes. Still de video.

Gabriela Galindo

Erik Van Lieshout
Erik Van LieshoutErik Van Lieshout.

Desde que tengo memoria, existe cierta naturalidad en nuestra cultura en la aceptación de acciones ilegales. Cuando yo era niña, solíamos pasar parte del verano en casa de una tía en la ciudad de Saltillo. Cualquiera pensaría que no eran las vacaciones ideales para un crío: no había ningún parque o feria que fuesen atractivos, no había más que un cine donde solían pasar viejas películas mexicanas, era una ciudad minúscula sin playa, lagos o ríos... en resumen, no había nada. Nada, excepto una tiendita completamente ilegal (todas las transacciones se hacían a través de una pequeña ventana) en donde vendían dulces "gringos". Esto era suficiente para que esperáramos con ansia la llegada de las vacaciones.

En esa época era imposible conseguir algunos productos norteamericanos sin la ayuda de las "fayuqueras". Estos personajes eran con frecuencia mujeres (quizá porque en ese entonces los aduaneros eran más condescendientes con las damas) que pasaban "al otro lado" y regresaban con maletas cargadas de ropa, dulces, cigarros y otros artículos de gran atracción popular. Era completamente común y normal acudir a estas nobles vendedoras para adquirir artículos estadounidenses a un precio razonable. Mi madre, una mujer de una rectitud intachable, nunca nos cuestionó o reprobó la procedencia de las múltiples bolsas de golosinas Sweetarts , MilkyWays y demás chatarras con las que regresábamos a casa, incluso nos hacía el encargo de traerle un par de six packs de Dr. Pepper, una bebida dulce y oscura que le producía un placer, para mi, incomprensible.

Sin duda alguna, los mexicanos actuamos con frescura con un pie al margen de la legalidad. Acciones como la piratería, las "mordidas" (sobornos), la "fayuca" (importaciones ilegales) o lo "chueco" (ilegal) es parte de nuestra humilde cotidianidad. Naturalmente usamos vías de acceso "alternativas" (por no decir ilegales) para resolver cualquier clase de problema o necesidad; Sin embargo, antes de que nos consideren como un pueblo de antemano corrupto y reprobable, no me parece que esto sea la consecuencia de que, por haber nacido en México, tenemos por naturaleza una moralidad torcida. Por una parte esta cultura de la ilegalidad es más bien un recurso de un pueblo que se ha visto sometido a una estructura de injusta distribución y falta de asistencia social, al tiempo que somos el producto de un sistema donde la propia autoridad actúa de forma ilegal. Parecería que nuestras leyes se han ido flexibilizando para tolerar acciones que en cualquier otro lado son penadas o prohibidas . Vivimos dentro de una legalidad que es factible de ser cuestionada e incluso violada si así nos parece. El mexicano no siente que el orden legal sea en modo alguno mandatorio, por lo que puede ser violado sin grandes remordimientos de conciencia.

De esto justamente trata la exposición, recientemente inaugurada en el Museo Carrillo Gil, titulada Chocolates: Prácticas urbanas [pos] legales. José Manuel Springer, curador de la exposición, extendió una invitación a cuatro reconocidos artistas extranjeros para que vinieran a la Ciudad de México y registraran una visión externa de esta "subcultura del fraude" que a nosotros nos es tan familiar.

Christoph DragerChristoph Draeger.Chocolates muestra con gran originalidad y sentido del humor como la ilegalidad ha encontrado un terreno fértil en este país, caracterizado por una economía donde los bienes poseen precios que son inaccesibles para la mayoría de nuestra población y cómo prácticas como el negocio del ambulantaje entre otras, es para muchos, la única opción para acceder a esos productos que el propio sistema nos ha convencido que debemos tener.

Christoph Draeger (Suiza, 1965) compitió con los vendedores ambulantes en el metro citadino para vender discos y DVDs piratas, incluyendo un par de videos de su propia autoría. Habiendo practicado, con su incipiente castellano, las conocidas frases: como una oferta, una promoción, venimos a ofrecerle... que usan los vendedores de a pie en los trenes, registró en video sus recorridos por los pasillos de los vagones, con una gran bocina a cuestas, mostrando discos de sonidos de desastres naturales, las últimas canciones del desaparecido rockero Rockdrigo González y hasta un auténtico "chocolate suizo". A nadie parecía sorprenderle, sí hay sonrisas de los clientes y competidores, más por su apariencia de gringo rubio y alto que otra cosa. Pero en este país cualquiera que trabaje es digno de respeto, aunque su profesión transgreda los límites de lo legal. Es la solidaridad de la comunidad la que legitima las acciones ilícitas.

Cao GuimaraesCao Guimaraes.

En cambio, la visión de Cao Guimaraes (Brasil 1965) es muy diferente, en su obra ha utilizado la fotografía y el video como medios de investigación social , pero en esta ocasión el artista brasileño registró, en película súper ocho, la gama brillante de colores y sonidos de los mercados ambulantes. En sus diez minutos de duración la obra delata las formas sutiles y estilizadas de los plásticos en los tianguis callejeros, con un acompañamiento sonoro del prosaico y juguetón lenguaje urbano. Su video Sin Peso, es una explosión de luz con texturas sobrepuestas, creando una ambientación que cubre la violencia de una realidad que queda velada bajo un manto ligero de color y sonido.

Erik Van LieshoutErik Van Lieshout.

Pero la ilegalidad no se limita a la venta de productos de origen dudoso, lo ilegal es también una manera de manifestarse y una transgresión a lo establecido. Erik Van Lieshout (Países Bajos, 1968) nos presenta el registro de una acción que va más allá de la piratería. Vestido de mujer, ataviado con una sexy minifalda y una gran peluca rubia, camina por las calles de la ciudad incitando a los transeúntes y ofreciendo cantar una canción a cambio de unas monedas. Se pasea seductoramente por bares y restaurantes, buscando clientes dispuestos a escucharla. Sonríe y hasta se ruboriza en el intento. Nada, a nadie convence, pero cómo asusta su presencia a los machos mexicanos. Es una mujer "chocolate" y en esta acción vemos que no siempre el público está dispuesto a pagar por algo que "parece" pero que no "es".

El cuarto artista invitado fue Daniel Knorr (Rumania 1968) quien después de batallar con algunas ideas que fueron inaccesibles y aprovechando que su estancia en México coincidió con las elecciones presidenciales, optó por montar una casilla de votación para extranjeros. Sabemos que un extranjero no cuenta con los mismos derechos de un ciudadano natural o residente y no es sorprendente que sea ilegal. Lo más punzante de la acción de Knorr fue que encontró los medios para que el propio Instituto Federal Electoral (IFE) diera su visto bueno en el montaje de su casilla de votación para extranjeros. No fue difícil encontrar una imprenta que reprodujera unas boletas "chocolate" y a nadie le importó que pegara en postes y paredes carteles diciendo: "Extranjero: Ven a Votar".

Es evidente que nuestras acciones han rebasado los límites de las regulaciones, sin embargo sí existe una moral contenida en todas ellas. Toleramos aquello que subsana las ineficiencias de un sistema económico desigual. Permitimos aquello que reconstituye una justicia social deficiente. Si reconocemos que la injusticia está avalada por la ley ¿no es lo más legítimo, en pro de la defensa de los valores fundamentales, quebrantar dicha ley?. Si nos encontramos con una prohibición que atenta contra nuestros derechos como ciudadanos y como personas, ¿no se supone que debemos pelear por ellos, aún cuando esto signifique quebrantar el orden establecido?

Esta exposición nos hace reconsiderar que es posible que sean estas acciones las que están marcando la actual definición y el nuevo marco de lo legal en nuestra cultura chocolate .

Daniel KnorrDaniel Knorr.


La exposición Chocolates estará abierta hasta el 16 de febrero de 2007 en el Museo Carrillo Gil de la Ciudad de México

 

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Fecha de publicación: 20.12.2006