Lena Ortega, Habitación verde dinosaurio. |
Gabriela Galindo |
NO deja de sorprender la proliferación de espacios institucionales donde se practica la crítica artística contra las mismas instituciones haciendo uso de los lenguajes tanto expositivos como del espacio mismo. Parece que museos como el MUAC o el flamante Rufino Tamayo han acaparado la crítica y la reflexión artística como una forma de promoción de una institucionalidad que ha cooptado a los artistas más críticos. No obstante, y debido a la tradición de distancia con lo institucional que existe en las artes visuales, aún siguen apareciendo espacios gestionados por artistas disidentes o críticos que han estructurado sus propias agendas y temáticas, al margen de lo que señalan las pautas del “buen museo” institucionalmente correcto.
Plano de la exposición.
Uno de estos proyectos es ComitánCatorce, creado por estudiantes, profesores y exalumnos de la UNAM que plantea ejercicios de exploración artística, de juegos de sentidos y recorridos inventados. ComitánCatorce es un “espacio abierto de indeterminación” que abrió sus puertas con la exposición que llevó por título Aperturas E04 en la que participaron el colectivo C14 y varios artistas invitados.
Desde el principio me gustó que al entrar al departamento de la colonia Roma podías tomar una copia del plano del lugar, como los que entregan los arquitectos para tener una idea de los espacios que conforman una casa o departamento. Me hizo recordar aquel plano del edificio en el que se circunscriben las increíbles historias de Georges Perec en La vida, instrucciones de uso, que está incluido al final de la novela.
Un plano es una guía para orientarse en un espacio y, al mismo tiempo, es una puerta que abre un juego imaginario de acomodos insospechados y reconfiguraciones de realidades. Aperturas E04, al igual que la historia de Perec, es una colección de objetos, historias y personajes que, casi por azar, se encontraron en un mismo lugar y que al presentarse todos juntos crean una narrativa abierta que depende de la imaginación del espectador.
Marco Lara, Presencias.
Considerando que no tengo sentido de orientación alguno, el plano me gustó, pero en realidad no me sirvió en lo más mínimo para orientarme, así que mi recorrido fue dando tumbos guiados por la atracción creada por las propias obras. Lo primero que llamó mi atención fue una pieza de Marco Lara que asemejaba una cámara fotográfica hecha a mano con madera y lentes de vidrio, expuesta para que se pudiesen ver todas sus partes. La curiosidad era que al darle vuelta a una pequeña manivela podía verse al frente una proyección de aves volando a lo lejos, como aquellos zootropos con figuras recortadas, que al girar, proyectaban sombras al paso de la luz. Cualquier filo-cinético estaría encantado de ver con qué simplicidad se logró en esta pieza el efecto de movimiento, pero con la gracia de ser un desplazamiento no motorizado y más bien virtual, porque donde se percibe el movimiento no es en las partes que conforman el objeto, sino en la proyección de luz sobre la pared. Ante tal cantidad de avances digitales y tecnologías de la imagen móvil, este pequeño artefacto despierta en uno la pregunta sobre el porqué la percepción del dinamismo ha sido durante tantos siglos el objetivo de la imaginación y la creatividad.
Marco Lara, Torre de Babel.
Y para seguir con Marco Lara y darle un poco de sentido a esto (más del que tuvo mi recorrido), en una de las habitaciones al fondo nos encontramos con su instalación titulada Torre de Babel que en un primer momento parecen ser, solo un montón de maderas apiladas como si fueran los restos de un edificio moderno en construcción. Con un poco de astucia y pericia, uno se da cuenta que es necesario que cuatro personas coincidan en espacio y se coloquen estratégicamente sobre cuatro puntos cardinales presionen cuatro interruptores que cierran un circuito eléctrico y logran que articule su significado. En un sentido figurado, la pieza existe sólo al momento en que varias personas coinciden en espacio y tiempo, y juntas forman un lenguaje común.
A medio recorrido interrumpieron mi desorientado camino con el anuncio de que era el momento de la ejecución de Artemia. Temí que íbamos a presenciar una especie de performance un tanto brutal, pues no pude evitar identificar este nombre con alguna clase de personaje garciamarquesco. Al final resultó que Artemia era un minúsculo bichito (que seguramente algunos recordarán como los famosos “Sea Monkeys”) el cual podía verse gracias a una ampliación microscópica proyectada en la pared. Nuevamente, volvemos a la intersección tecnología óptica y experiencia de vida.
Los ahí reunidos vimos como Artemia se movía graciosamente en su pequeño hábitat acuoso hasta el momento en que fue sacrificada con una simple gota de cloro. Víctor Mancilla, nos hizo testigos de una ejecución que pasa desapercibida a diario y nos hace ver lo que ya no vemos, esa masiva destrucción de la naturaleza que llevamos a cabo día a día hasta en nuestras acciones más cotidianas.
Víctor Mancilla, Artemiidae, soltar la gota y verla caer.
Mancilla muestra su preocupación por la destrucción de la vida y las pocas alternativas que tendremos los humanos si no detenemos esta masacre. El artista, presentó una segunda pieza titulada 21_hormigas que consistió en un video creado a partir de una secuencia fotográfica de hormigas que caminan sobre una superficie que ha sido cubierta con gotas de miel. De esta secuencia se obtuvo un algoritmo matemático y con él se creó un patrón de movimiento que es imitado por la computadora, que reproduce una imagen donde las hormigas reales se mezclan con las virtuales, pero, aún cuando la imagen de ambas y el movimiento es idéntico, es posible reconocer a las hormigas reales de las algorítmicas al pausar el video. De esta manera nos muestra lo tenue que es, en ciertas ocasiones, esa línea que separa la vida natural de la artificial; sin embargo, y volviendo a la pieza anterior, ninguna Artemia virtual nos podrá consolar después de ver como aquella se retorcía al momento de recibir la letal dosis de cloro.
Este tema controversial de la artificialidad versus la naturalidad se repite en varias de las piezas que se muestran en el espacio central de la galería. Unas inmensas alas mecánicas que parecen que nos están invitando a ponérnoslas encima y brincar por la ventana, obra de Juan Manuel Marentes, inspirada en aquellos esquemas de Leonardo Da Vinci y tantos otros que experimentaron con tecnologías mecánicas, nos devuelven a la idea del absurdo progreso tecnológico que domina aún nuestra era.
Víctor Mancilla, A21_hormigas.
A la par de esos románticos inventos, podemos ver unas tunas plateadas que permanecen junto a otras que se pudren, realizadas por Eloy Tarcisio; y las esculturas de Octavio Gómez como cuerpos ausentes, deformados y desestructurados, nos llevan a reflexión sobre la brutalidad de lo artificial, al tiempo que nos confronta con lo poco que queda de natural en nuestras vidas, sin que ello sea en sí mismo una desgracia. O quizá el problema no es lo artificial, sino los límites que la cordura, la moral o el sentido común delimitan como éticamente correctos.
Octavio Gómez, Kali. | Octavio Gómez, Imprimatur de moni. |
La obra que me pareció más notable y es posiblemente el corazón de la muestra es la ambientación de Lena Ortega que se encuentra a medio esconder en una de las habitaciones. Para entrar hay que meterse por un hoyo hecho en la parte inferior de la puerta y, literalmente, te conviertes en una suerte de Alicia en la habitación verde. El cuarto, forrado de una tela estampada acolchonadita crea un ambiente de imaginarios infantiles, con un toque de esa misma perversidad que contiene el personaje de Lewis Carroll. Un sillón que mira hacia la pared, pero en el que no te puedes sentar porque hay un pequeño árbol bonsai descansando en él; un círculo de luz al centro de la habitación, que ilumina el espacio y sugiere otro hoyo que, si lo pisas, te llevará hacia una dimensión aún más extrema; una televisión en una esquina que proyecta un video sin sonido, pero para poder verlo hay que sentarse en cuclillas como niño castigado. Mientras que al fondo, dentro de un clóset, iluminado con un rayo láser verde fosforescente que proyecta su haz de luz intensa sobre un cristal que gira y provoca destellos que asemejan esas imágenes de alucinaciones producto del más potente sicotrópico. Todo parece indicar que la artista ha creado un mundo biológico fantástico donde las plantas verdes dialogan, sienten, platican, escuchan cuentos, y se vinculan con sus dueños y cuidadores.
Lena Ortega, Habitación verde dinosaurio.
A diferencia de la virtualidad de algunas de las otras piezas que conforman esta exposición, la Habitación Verde Dinosaurio es un espacio auténticamente real y vivo, pero desde el momento en que uno tiene que agacharse para meterse por el hoyo, la realidad se trastoca y nos remite a un mundo de ensoñaciones imaginarias y altamente subjetivas, moldeadas por lo que la mente de cada espectador fabrica a partir de su propia experiencia. La experiencia deja ver como los seres vegetales dominan el tiempo, pueden esperar, vegetar, para extenderse y crecer, mientras que los animales dominan el territorio, se abren paso en los caminos y construyen su hábitat para protegerse.
Lena Ortega, Habitación verde dinosaurio.
Mi recorrido terminó con el paso del cuarto verde al baño azul con la pieza Marco Lara, quien intervino el baño con luz negra que dejaba entrever dibujos a línea de grillos pintados en las paredes y al cerrar la puerta se podía escuchar el murmullo de los grillitos cantando felizmente.
Aperturas E04 es de esas raras exposiciones de las que uno sale contento, pero no es casualidad, es el producto de una exposición que fue bien pensada, planeada y armada. El espacio, perfectamente renovado es muy agradable, la curaduría está bien lograda y provoca diversas lecturas y narrativas visuales, junto con la solidez de las obras tanto individualmente, como en su conjunto.
Eloy Tarcisio, Días de la Semana. | Marco Lara, Murmullo. |
Aperturas E04
Participaron: Mercedes Aguado / Octavio Gómez / Marco Lara / Víctor Mancilla / Juan Manuel Marentes / Lena Ortega / Eloy Tarcisio / Niña Yhared.
Curaduría: María Antonia González ValerioComitánCatorce
Calle Comitán # 14. Hipódromo Condesa
Ciudad de México.Horarios:
Jueves y viernes de 18hrs a 21hrs o previa cita
info@comitancatorce.com
Juan Manuel Marentes, Alas de Dédalo.
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