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Las noches del Epicentro

Replica21

Antonio Ortiz Gritón

"...si güey, hubieras ido. Abajo vendían coca y mota, y arriba el chingo de chavitas bien mamacitas y sus papás entre sacados de onda y con la sonrisa de oreja a oreja, presumiendo de la obra de sus hijas. Era una instalación sonora, con luces y toda la cosa. Creo que eran de la Esmeralda. Había hasta la madre de gente."

Shelley CookEscena de un performance de Shelley Cook en 1994.

Palabras más, palabras menos, así fue el primer comentario que escuché, hace ya casi un año, de una exposición en el Epicentro, espacio alternativo de arte contemporáneo creado por Doris Steinbichler en la calle de Camelia, en la supuestamente popular y brava colonia Guerrero, eterna adversaria del no menos supuestamente inhóspito barrio de Tepito.

La segunda vez fue en una mañana dominguera a mitad del Zócalo, a la sombra del asta bandera. Doris había acompañado a Pancho López en un extraño performance en el que Pancho había metido periódicos y agua en una licuadora para preparar un licuado de noticias que repartía entre los paseantes. Ahí estuvimos platicando un rato y quedé en ir al epicentro al día siguiente. Nuevamente se sucedieron varias semanas hasta que, otra vez en el centro, me encontré a Doris caminando con Ramón Almela y Joe Springer, iban al Epicentro y ahí si ya no me pude zafar.

En realidad la Guerrero no es nada del otro mundo, al igual que Tepito, la Santa María ó incluso la Roma ó Polanco, es más la fama que lo que verdaderamente es: tienditas, casas, edificios y gente. Lo que en realidad si viene a ser alucinante es el Epicentro y el edificio de la antigua mueblería que ocupa; en el primer piso está un salón-de-fiestas-infantiles-bodas-XV-años-y-eventos-sociales y, una descomunal escalera, con inservibles rejas de aluminio a cada paso, lleva hasta el Epicentro: un descomunal galerón de más de mil metros cuadrados al servicio de la visión "dorisiana" del arte contemporáneo. Esa tarde, no había ninguna exposición montada, sólo una inmensa pantalla a mitad del galerón que servía cómo biombo para separar el cuarto de trabajo y habitación de Doris del resto de la Galería.

Las que si estaban eran las también "mamacitas" de Shelley Cook y otra gringa tomando tés de jazmín. Shelley resultó ser una performancista de San Francisco que venía a presentarse en el festival del performance de X-Teresa y ahí, en medio de la soleada y tranquila tarde del Epicentro, nos mostró varios videos con escenas de sus obras anteriores; vestida con un overol de obrero y corriendo por interminables pasillos de malla de alambre, lavando una infinidad de ganchos de ropa, sumergida desnuda en un descomunal frasco.

Pancho López y Shelley CookPancho López y Shelley Cook: Molde de cera

Shelley CookShelley Cook

No recuerdo de qué, pero todos platicábamos cómo si estuviésemos pasados. Poco antes de salir, Ramón le dijo a Doris que quería exponer ahí y, dicho y hecho, ella comenzó a ojear una libreta y decidieron que la exposición fuese en un mes más. No habían pasado ni quince dias cuando me llegó un e-mail de Doris anunciando un performance de Shelley Cook y Pancho López en el epicentro al viernes siguiente, a las 8:00 PM.

Pancho López y Shelley CookShelley Cook y Pancho López: Miel y Leche (performance)

De noche todas las calles de la Guerrero son iguales, sobre todo cuando casi ninguna tiene letrero. Después de perdernos por más de media hora, Ramón, Joe, Pilar y yo por fin dimos con el letrero luminoso del salón de fiestas que está abajo del epicentro. A la entrada del edificio no vendían ni coca ni mota, pero si recuerdo que al subir las escaleras, delante de nosotros iba un cuate trastabillando y sujetando una bolsa de plástico llena de ¿sangre?, que de repente se perdió por uno de los pasillos-hacia-quién-sabe-dónde del edificio.

Contra todo lo esperado, el Epicentro estaba totalmente transformado en una suerte de capilla monacal: iluminados por una tenue luz y algunas velas se encontraban sentados frente a frente Shelley y Pancho López, ella desnuda y el vestido con un blusón blanco, observándose quedamente, casi sin moverse. Junto a ellos, pendía del techo un molde translúcido de cera del cuerpo de Shelley y en un extremo de la galería un vitrol de miel escurriendo sobre una tina de lámina llena de leche.

Los 50 ó 70 espectadores observaban el desarrollo del performance en un ¿religioso? silencio y rodeados por el olor de la miel, la cera y la leche. En un momernto dado, Shelley se levantó para remojarse por unos minutos en la tina de leche y luego desaparecer tras uno de los extremos de la galería, al tiempo que Pancho hacía lo mismo por el extremo contrario. Nos habíamos perdido casi todo el performance.

Sobre una mesa cubierta con una sábana blanca estaba el "coctel": decenas de vasos con leche, panes y tarritos de miel. No sé si por el mismo carácter del performance ó por efecto de la leche y la miel, pero el caso es que todas las conversaciones transcurrían en voz baja, dejándose escuchar el continuo goteo de la leche del molde translúcido al piso cubierto por un plástico blanco. Con un pan con miel en la mano, Ramón le comentó a Shelley que habíamos llegado tarde y ella le señaló una cámara de vidéo que, sobre un tripié había grabado todo el performance. Casi todos pasamos al cuarto de Doris y, después de varios intentos, finalmente Ramón pudo conectar la cámara a la videocasetera y al televisor.

Aún y cuando el performance Miel y Leche de Shelley y Pancho López se encuentra conformado por una infinidad de bellas imágenes oníricas, resulta ser sumamente narrativo, sin ser ello un detrimento, al presentar el problema de la imposibilidad de la pareja en nuestros días, en tanto que relación perdurable, y reduciéndolo al hecho de que su origen se encuentra en la adopción de los moldes de comportamiento que nos ofrece y obliga, hasta cierto punto, a adoptar la sociedad.

Pancho López y Shelley CookShelley Cook y Pancho López: Miel y Leche.

Siendo referencias a esto, entre muchas otras, el momento en el que Pancho se pone a construir una edificación con las cajas de leche ó cuando Shelley se coloca debajo del molde translúcido, intentando semejarse a éste, al bañar su cuerpo con la leche que escurre y tocando, a la manera que Adán toca apenas los dedos de Dios en la capilla sixtina, los dedos del molde mismo.

Ya afuera del epicentro, Joe hizo un comentario que muy bien podría definir a lo que es un verdadero espacio alternativo hoy en día: No sé cuánto dinero se hayan gastado Shelley, Doris y Pancho en esto, pero lo cierto es que no hubo apoyo de institución alguna, vinimos aquí, vimos un excelente performance, nadie nos intentó vender nada ahí dentro y ahora estamos otra vez aquí, en la calle, sin haber gastado un solo peso y ya cenados.

Semana y media después, otra vez en la Guerrero y de noche; pero ahora Pilar se había pasado la tarde localizando en la guía roji la calle de camelia y estudiando el mejor camino para ir de Coyoacán hasta allá. Al coche de Claudia no le servían los seguros de las puertas y, bueno, aquí ó en las Lomas una puerta sin seguro es toda una invitación al desvalijamiento; afortunadamente a una cuadra del Epicentro está la típica pensión-de-24-horas-abierta-día-y-noche-toque-en-el-zahuán-pulido-y-encerado. Otra vez no vendían ni coca ni mota a la entrada del edificio y en lugar del cuate trastabillando, dos niñas de unos seis años, entre grititos de alegría y agarraditas de la mano, iban subiendo las escaleras delante de nosotros, perdiéndose de repente en el mismo pasillo-que-conduce-a-quién-sabe-dónde.

Nuevamente el Epicentro se encontraba totalmente transformado, incluso, la obra de Ramón Almela lo hacía parecer más pequeño y semejarse a una galería del Soho ó Chelsea. Ramón Almela pertenece, al igual que Francis Alys, Gabriel Orozco ó José Bedia, a ese grupo de artistas errantes que van enriqueciendo y transformando su lenguaje visual con las imágenes, formas de vida y contradicciones sociales que van hallando en los entornos culturales dónde fijan su residencia por largos períodos de tiempo, sin llegar a renunciar al debido a sus intrínsecas raíces culturales. Nacido y formado en España, hasta hace unos dos años Ramón estuvo viviendo y trabajando en Nueva York, actualmente radica en Puebla y la obra que presenta en el Epicentro reboza de la influencia que sobre su trabajo tuvo esa parte de la cultura estadounidense que rinde un culto casi religioso a los objetos y materiales por los que transcurre la vida diaria.

Ramón AlmelaRamón Almela: Diálogos con el pasado, 2001.

 

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Fecha de publicación: 20.10.2001